PERIODISMO POLÍTICO

jueves, abril 27, 2006

La gobernabilidad y la ética del discurso político en el siglo XXI

La gobernabilidad y la ética
del discurso político en el siglo XXI

Mauro A. Izaguirre
Los gobiernos del mundo tienen un discurso frecuente en torno a la pobreza. Particularmente repetido en la última década y acentuado desde principios de ésta. La lucha contra este fenómeno social se ha convertido en una especie de ritual que se enseña a cada presidente al momento de asumir sus funciones como el camino discursivo a seguir. No obstante, los indicadores de desarrollo humano cada vez dibujan un panorama más patético sobre las condiciones de vida de millones de seres humanos que no tienen acceso a servicios públicos decentes.
Esa es la triste realidad. Hay un divorcio importante entre lo que se dice y lo que se hace. En medio de este camino queda la ética de la acción. Los programas de combate a la pobreza están llenos de excelentes y nobles intenciones en todo el planeta, pero en su aplicación, la maquinaria de las decisiones distorsiona los objetivos al presentarse un cúmulo de intereses que tienen mayor peso y control sobre la asignación de recursos públicos.
Las grandes agencias gubernamentales de carácter nacional e internacional se disputan la distribución de recursos para la ejecución de políticas sociales y su margen de acción se ha visto reducido a pesar del relativo incremento presupuestario. Su acción se centra generalmente en existencialismo puro y algunas veces combinado con operaciones de procesos sociales. Esto, obviamente, al no ser acompañado por el grueso de la maquinaria estatal en materia de políticas públicas origina que -éticamente- no estamos enfrentándonos eficazmente a la pobreza y las desigualdades, sino más bien operando en niveles coyunturales per secula seculorum.
Y así nos mantenemos en un círculo vicioso del cual es imposible salir. La población padece las terribles consecuencias; viéndose afectados la participación política y la credibilidad y confianza hacia la democracia como sistema de gobierno. La gobernabilidad se va por el despeñadero y es harto difícil dirigir los esfuerzos colectivos en un solo sentido mediante acuerdos políticos ciudadanos que establezcan las bases mínimas de convivencia. Por tanto, en materia de pobreza y marginalidad todavía falta mucho por decir y aún más por hacer. La formula de políticas públicas necesariamente debe modificarse e incorporar la ética de la acción como soporte fundamental de los Estados en su estrategia de combate a la "inequidad".
Los Estados nacionales deben ser los grandes protagonistas en el manejo de las políticas públicas. El cúmulo de intereses corporativos internacionales ha pugnado por ganar espacios de decisión desplazando a los actores representativos de la sociedad. Empero, no puede ser derrotada la pobreza por sólo tiene un interés parcial de la realidad circundante. No es ético manejar el combate a la pobreza como fenómeno social sólo en un nivel discursivo y de vedette, que ocasiona una expectativa creciente que día a día se desvanece y genera nuevos desencantos y frustraciones allí está un peligro virulento que está deteriorando la gobernabilidad en muchos lugares del mundo.